Todas son la misma
(De Ciudad por entregas de Norberto de la Torre)
Un p?jaro sin voz gime en el viento
C. Urquiza
Caminamos sin voz, llev?ndonos pedazos de calle en los zapatos. Nacimos en una ciudad y nuestros sue?os rebotan contra muros. Traemos adentro las fachadas, las luces de ne?n, los desagües bebi?ndose la lluvia. Vivimos la soledad de las casas vacías, el cansancio de las antesalas, el amor que pasea por plazas y alamedas o se esconde en la intimidad de los zaguanes. Tengo a la ciudad como a una segunda piel y te la mando convertida en palabras, en obsesi?n, en c?rcel. San Luis Potosí, por ejemplo, me cobija desde hace una veintena de a?os y mi cuerpo, como el suyo, se transform? en arena, en insomnio que espera la caída del agua. Aquí el silencio se vuelve de metal y el viento va cargado de espinas invisibles. Los demonios son guardados en las sombras, en los cuartos m?s profundos de las casas. Tal vez en otros lugares ocurran cosas diferentes, pero lo dudo, todas las ciudades son la misma: reptan sobre arena, cambian de rostro a impactos del poder que las construye, se infectan de ratas y de insectos atraídos por el acre olor de los drenajes, los p?jaros esperan en silencio los inviernos y los cables de la luz y las antenas.
(De Ciudad por entregas de Norberto de la Torre)
Un p?jaro sin voz gime en el viento
C. Urquiza
Caminamos sin voz, llev?ndonos pedazos de calle en los zapatos. Nacimos en una ciudad y nuestros sue?os rebotan contra muros. Traemos adentro las fachadas, las luces de ne?n, los desagües bebi?ndose la lluvia. Vivimos la soledad de las casas vacías, el cansancio de las antesalas, el amor que pasea por plazas y alamedas o se esconde en la intimidad de los zaguanes. Tengo a la ciudad como a una segunda piel y te la mando convertida en palabras, en obsesi?n, en c?rcel. San Luis Potosí, por ejemplo, me cobija desde hace una veintena de a?os y mi cuerpo, como el suyo, se transform? en arena, en insomnio que espera la caída del agua. Aquí el silencio se vuelve de metal y el viento va cargado de espinas invisibles. Los demonios son guardados en las sombras, en los cuartos m?s profundos de las casas. Tal vez en otros lugares ocurran cosas diferentes, pero lo dudo, todas las ciudades son la misma: reptan sobre arena, cambian de rostro a impactos del poder que las construye, se infectan de ratas y de insectos atraídos por el acre olor de los drenajes, los p?jaros esperan en silencio los inviernos y los cables de la luz y las antenas.